

No hay montañas más bonitas en el mundo que las de la cordillera del Karakorum, allí donde el Pamir se junta con los Himalayas y el Hindu Kush. Es la confluencia de cordilleras más espectacular del planeta, cuya sola pronunciación producen un escalofrío al cazador de montaña. No hay lugar más mítico, más sagrado y bello para el montañero. La caza de cualquiera de las especies que conforman la variada oferta de Pakistán, rodeado de míticos siete y ocho-miles, es ya de por si una experiencia, un recuerdo imborrable en la memoria.
Pakistán es un país de gentes abiertas y acogedoras, especialmente en el norte, donde prácticamente toda la población habla inglés. La cacería se lleva a cabo en el valle de Huntza, en las montañas del Karakorum, a lo largo del cual se encuentran la mayoría de bloques de caza. Allí encontramos el íbice del Himalaya, el carnero azul (Bharal) y los markhores de Astor y de Skardu. Se accede mediante vuelo doméstico a Gilgit o Skardu, dependiendo del lote a cazar, y luego por la Himalayan Highway, la famosa carretera estrecha, casi tallada en las montañas, que comunica Islamabad con China y que ha ido mejorando estos últimos años. En el caso de no tener combinación aérea se hará todo el traslado a través de esta ruta… el cazador debe estar preparado para soportar 20 horas de coche, baches y curvas y la conducción propia de los países asiáticos.
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