Cacería de ensueño en los Cárpatos

Las herramientas:

Primera expedición de Aventure Boreale al corazón de Transilvania, para cazar el rebeco de los Cárpatos.  Aprovechamos para probar los pequeños y modernos calibres de montaña 6,5 Creedmoor y Norma 6XC con las corpulentas gamuzas de Rumanía.  Para tal menester nos llevamos a esta cacería tres rifles Dorleac&Dorleac Technical Mountain Custom.

Estos rifles están pensados para un uso técnico de caza en montaña, y sus principales características son la extrema precisión unida a la máxima ligereza. Culatas McMillan Edge, cañones Lothar Walter Match, gatillo Jewell o Timney mejorados, acciones Remington Seven, 700, Titanium, monturas Talley, Leupold … siempre totalmente mecanizadas en función del visor a instalar… en definitiva, un rifle de caza capaz de responder a las máximas exigencias del cazador de montaña.

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Rifle Dorleac&Dorleac Technical Mountain Custom en 6,5 Creedmoor

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Dos de los rifles D&D en el refugio de montaña donde pasamos los tres días de caza.

La preparación

Pero vayamos directamente al viaje en si,…Cuando se habla de la caza del rebeco de los Cárpatos, a menudo pensamos en zonas esquilmadas, con una densidad de gamuzas más bien mediocre y en trofeos apenas representativos. Ciertamente, en algunas zonas de Rumanía se ha realizado una malísima gestión de recursos, con caza abusiva y sin tener en cuenta el trofeo ni la edad de los animales. Por esta razón, y por los relatos de amigos y clientes que habían estado allí, era bastante reacio a entrar a trabajar en este país.

Pero la insistencia de mi buen amigo Fredrik, un apasionado cazador de montaña noruego que gestiona dos zonas en los Cárpatos, me hizo replantear esta posición. Según él, la zona donde íbamos a cazar (la cara norte del monte Fagaras)  gozaba de una salud excelente en cuanto a trofeos y densidad de animales. Los clientes que estuvieron con él el año pasado, así como él mismo,habían abatido gamuzas todas por encima de los 100 puntos, siendo uno con 117 el mejor de la temporada. Además, la posibilidad de cazar en el valle donde se había cazado el récord del mundo de rebeco absoluto (141,10 puntos CIC cazado en 1934) me hacía ilusión, pues ya había cazado en donde se abatió el segundo, en el macizo de Belledonne, en propiedad de mi gran amigo Anthony Ovini (133,60 CIC).

Comentando estas vicisitudes el pasado Abril con Frederik durante una visita a Joël Dorleac en su taller de Perpignan decidimos pues realizar un viaje -medio de prospección medio comercial-. Se apuntaron el afamado armero francés, Fredrik, yo mismo y finalmente mi cliente Guy, conformando un grupo de cuatro personas, todos cazadores de montaña, bien avenidos, y con ganas de tirar un buen rebeco carpático.

Fredrik se encargó de organizarlo todo, pues era el conocedor de la zona y los guías que nos acompañarían. El alojamiento no sería en un hotel al huso, sino que dormiríamos en un refugio de montaña,  lo que nos  permitiría levantarnos ya en el área de caza y así poder aprovechar el día entero y poder cazar en zonas más alejadas y, por lo tanto, menos «esquilmadas» por la caza comercial. Esta estrategia fue la que nos permitió obtener la calidad de trofeos que todos conseguimos.

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Nuestro refugio en Fagaras, rústico y simple pero suficiente para poder dormir en la misma zona de caza

El viaje

Salimos pues el 22 de Octubre Joël Dorleac, Guy y yo mismo, en vuelo de Lufthansa, para aterrizar -via Munich-en el pequeño aeropuerto de Sibiu. Lo primero que sorprende es la facilidad de los trámites para pasar las armas. Pequeña inspección en aduanas, comprobación de que tuviéramos la Tarjeta Europea de Armas y la invitación para cazar en Rumanía que nos proporcionó Fredrik, y p´adentro. Viaje de una horita en coche y primera noche en hotel. Al día siguiente embarcamos en los rudos 4×4 de los guías locales y hicimos otra hora de vehículo hasta donde finaliza la carretera. Desde allí, cargados con los sacos de dormir y algún avituallamiento (el grueso de comida lo habían llevado previamente Fredrik y los guías locales) nos dispusimos a realizar un trekking de un par de horas más para llegar al refugio.

Guy, que pese a ser un cazador de montaña de cuna, ya pasa de los setenta, cazó la otra zona que gestiona Fredrik, en una zona más boscosa de menos altitud. Menos densidad de «chamois» pero con muchas posibilidades de que uno de los pocos que se ven cada día fuera «pavo». Tengo un coto de características muy parecidas en el Pirineo. Efectivamente, Guy, durmiendo en hotel y cazando de manera más relajada, se llevó un chamois medalla de plata, que dio en verde 108 puntos CIC

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El gran chamois de Guy, que dio 108 puntos

La caza:

Entre llegar al campamento y  instalarnos se nos fue medio día, así que decidimos hacer una pequeña salida de tarde para empezar a calentar motores. Desde el refugio a donde empezábamos a ver rebecos no había más de 30 minutos andando. Ya la primera tarde me di cuenta de que las palabras de Fredrik eran ciertas: con el scope pude ver al menos tres  chamois machos, algunos que tenían buena pinta, y una cabrada de unos veinte animales, lejos, que no pude valorar.

El spotting es imprescindible en los Carpatos si queremos tirar un gran chamois. Los guías locales carecen de ellos.

No salimos del sendero que serpenteaba por el valle, pero allí ya me di cuenta de que la cacería en esa zona no sería fácil… las cuestas eran realmente verticales y algunas zonas, directamente inaccesibles para un cazador que no fuera experimentado montañero. Con la visión de estos primeros rebecos regresamos al campamento, donde nos esperaba un buen fuego y una cena….sencillita.

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Las noches eran largas, amenizadas por las conversaciones de caza y algún caldo que cargamos a cuestas, penitencia que valió la pena.

Fredrik, que había llegado dos días antes que nosotros, había hecho ya una prospección previa del terreno. También había adelantado bastante trabajo, cazando su rebeco la víspera de nuestra llegada. De los cinco que abatimos fue el más grande, 112 puntos CIC. Al tener ya su gamuza cazada pudo acompañarme a mi en la cacería junto a mi guía local y filmar los lances que se sucedieron.

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El rebeco de los Cárpatos medalla de oro, abatido por Fredrik el día antes de nuestra llegada

Salimos pues separados en dos grupos: Joël Dorleac, que iba con dos guías locales, y yo mismo, que cazaría en una zona distinta del mismo valle, con mi guía y Fredrik de cámara. Llegados a un punto concreto del sendero nos despedimos, continuando Joël por la parte baja, mientras que nosotros empezamos un ascenso en la vertiente oeste, donde dos días antes habían visto un macho que se suponía estaba por encima de los 11o puntos. En seguida me di cuenta de que aquellas montañas, al menos aquel valle, no era para tomárselo en broma. Las pendientes eran pronunciadas y en algunos sitios eran necesarias las cuatro extremidades para poder ascender. La visión de un excremento de oso justo en medio de una de las pendientes más pronunciadas me dio algo de seguridad… si el gordo plantígrado había pasado por allí, el delgaducho de Jordi también debería poder hacerlo….

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Algunos de los pasos y zonas de caza eran de pendiente realmente pronunciada

Una vez arriba la cosa cambió, la inclinación era menor y empezamos a ver las primeras gamuzas… Tras varios descartes, por fin vimos una que valía la pena… un «bouc» alto, abierto y de buena base al que otorgábamos más de 110 puntos. Lamentablemente, y pese a realizar una entrada que nos colocaba a menos de 200 metros del animal, desapareció de la pequeña pala de hierba donde lo localizamos, sin volverlo a ver. Así pasamos la mañana y parte de la tarde, localizando en total más de 30 animales, más o menos accesibles, de los cuales al menos cinco daban, con toda seguridad, puntuaciones cercanas a los míticos 110 puntos.

Uno de los grandes chamois que localizamos durante el viaje

Descendimos a media tarde sin ser capaces, en este primer día, de ponernos a tiro de ningún gran macho, y al llegar abajo, el guía local me enseñó el chamois más grande que he visto vivo en mi vida. Se trataba de una vieja hembra, de pelo gris casi blanco, y con un trofeo excepcional que sobrepasaba sobradamente los 30 centímetros de altura. Trofeos de esta talla solo los había visto en el trophy room de mi amigo Anthony Ovini, el cual tiene una colección al alcance de muy pocos. Había una razón por la cual esa hembra estaba allí… vivía en una pala de hierba, aislada y rodeada de acantilados inaccesibles, y a más de 800 metros de distancia. Imposible de entrarla si no era encordado, y imposible de tirar, a menos que cometiera el error de salir de su zona vital… Al parecer llevaba (lleva, pues aún sigue allí) varios años en la misma zona. Regresamos al campamento, donde nos esperaba Joël que por la mañana había tirado un buen macho, al fondo del valle, que dio 104 puntos.

El macho de Joël, de 8 años de edad, y con mucha resina.

A la mañana siguiente, y dado que los demás tenían todos su trofeo, salí solamente yo, acompañado de Fredrik y dos guías locales. Decidimos llegar hasta el fondo del valle donde ayer Joël había visto varios animales también de buen porte, además la zona era más asequible físicamente, lo que la hacía apetecible para mis piernas, tras el tute del día anterior. Seguimos el sendero que recorría el  fondo del valle, sobrepasamos la zona de la gran hembra, que allí seguía inmutable, y localizamos varias cabradas a lo lejos. El celo estaba en su apogeo y pude filmar un par de machos persiguiéndose en las típicas e imposibles carreras por unas palas casi verticales.

Reconozco que tuvimos, por una vez, la suerte de caras. Sin movernos del sendero, apto para el menos preparado de los cazadores, uno de nuestros guardas vio un macho en unas rocas con bastante vegetación. Pese a mi experiencia como guía de caza y estar más de 100 días al año buscando sarrios con los prismáticos, nada puedes hacer frente a la vista de halcón de los guías rumanos. Sin usar prismáticos me indicó que «allí» había un macho, y yo tardé, con mis binoculares de última generación, más de dos minutos a poder localizarlo. Estaba a menos de 500 metros y en una zona que se podía hacer una entrada bastante fácil. Le pusimos el spotting y nos pareció alto y abierto, aunque algo falto de base. Decidí, de todas formas, intentarlo. Mientras uno de los guardas se quedaba con un walkie, el resto del grupo dimos un rodeo para ponernos a 280 metros del animal. Busqué posición de tiro y Fredrik colocó la cámara… más cerca corríamos el riesgo de espantarlo.

Corregí la distancia en la torreta del visor y, una vez fijado el animal en la cruz, apreté suavemente el gatillo del Dorleac… el impacto fue limpio y el animal se despeñó varios metros, facilitando -por suerte nuestra- su recuperación. El tiro fue con recargadas con punta VLD Hunting de Berger, de 140 grains. La había contrastado sobradamente sobre corzos y sarrios, e igualmente dio unos resultados fantásticos sobre este gran rebeco.

mi chamois de los Cárpatos, 107 puntos que hubieran sido bastantes más si sus bases fueran del grosor típico de la especie.

Regresamos al refugio, y decidimos bajar esa misma tarde. Todos anhelábamos una ducha caliente y una comida que no fuera liofilizada o en lata. Una trucha con ensalada, una cama mullida, una buena botella de vino, y a dormir.

El siguiente día lo pasamos en Sibiu, y antes de tomar el vuelo de regreso, tuvimos tiempo de visitar la Catedral Ortodoxa de la ciudad, de una belleza inigualable.

Catedral Ortodoxa de Sibiu,en el barrio antiguo de la ciudad

Resumen:

Un destino muy recomendable para los amantes de la caza de montaña en general y de rebecos en particular, y que me demostró que algunas partes de los Cárpatos, y especialmente el norte de los montes Fagarás, siguen siendo un paraíso para las gamuzas más grandes del mundo. Allí que volveremos el año próximo con otro grupo de cazadores…. te animas?

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